sábado, octubre 16, 2021

Joyas

 En casa éramos 9, vivíamos con mis abuelos y con un tío que era hermano de mi madre.

Mi tío, se llamaba como mi padre: Joaquín y era joyero.

Trabajaba en casa, en su habitación tenía una mesa de joyero. Son unas mesas de madera, especiales y tienen una madera delante, como una cuña, que con el trabajo, se va gastando.

Mi tío solo trabajaba con oro, trabajaba para alguien y hacía pulseras. Tenía que hacer pieza por pieza, era un trabajo muy laborioso.  Cuando iba trabajando el oro iba cayendo y al final, lo recogía y se volvía a fundir. El oro es muy caro y se aprovecha cualquier miligramo. Por eso tenía una balanza y a mí me hacía mucha gracia porque tenía unas plaquitas muy pequeñas que cogía con pinzas y eran pesas que calculaban pesos muy pequeños.

También trabajaba con un soldador, que hacía mucho ruido, lo utilizaba para soldar las piezas que eran huecas a una base y después lo recortaba con una sierra de arco.

A veces hacía anillos y tenía un medidor de anillos y un montón de anillos de todos los tamaños que estaban todos unidos en una especie de pulsera. Si alguien se tenía que hacer un anillo se probaba aquello y buscaba su medida.

También hacía joyas diseñadas por  él, eran muy bonitas, minimalistas, tenía mucha gracia. A mi madre le hacía muchas.

Aún conservamos esas joyas.

En una época, yo iba mucho a Madrid porque tenía allí una galería. Era una época buena, vendíamos bastantes obras mías.

Yo, hacía tiempo que había visto unos pendientes que tenían un brillantito. En uno de aquellos viajes a Madrid, me los compré. Entramos en una joyería de la calle Serrano, nos hicieron sentar, y me enseñaron varios modelos, me decidí por unos que me gustaron. Nos dieron un montón de papeles y certificados y una cajita muy bien envuelta y mucho lazo.

Me los quité un día para hacerme una resonancia magnética y todavía están en el bolso, a ver si algún día me acuerdo y me los vuelvo a poner.









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