Cuando tenía 20 años empecé a trabajar en la empresa Philips. Se presentaron 100 personas y me escogieron a mí.
Estaba estudiando en la escuela por las tardes y en la philips, como le llamábamos hacía de dibujante y compaginadora de una revista de electrónica. Un palo!.
La verdad es que pagaban muy bien, eran 8 horas y como era una multinacional holandesa había dinero y te pagaban estudios, libros, inglés, si querías viajar a Holanda, un chollo!.
Yo estaba en el departamento de publicaciones, mi jefe era biólogo y un loco de los bonsáis, su plan era que lo echaran y cobrar una suculenta indemnización. Y así fue, lo consiguió. Lo echaron y desmontaron el departamento. La revista se hacía fuera.
Yo me quedé como en aquel juego de las sillas y me pusieron de secretaria en el Laboratorio. La verdad es que el ambiente era muy finolis, pero como tenía que hacer de secretaria (cafés, escribir algo, y sonreír todo el rato), me pagaron un cursillo de tres meses para que aprendiera a escribir a máquina.
Aquello, no me pareció nada interesante, yo era artista y estaba de chica florero. Y además, la escuela estaba encima de un sitio que hacían palomitas todo el día, porque creo que había un cine.
Aquel olor de palomitas lo recuerdo como una tortura. Entre la máquina y aquel olor, aborrecí las dos cosas de golpe!.
A la Philips, la denuncié, fui a Comisiones Obreras (era socia) y gane el caso. Me dieron una indemnización que me sirvió para hacer luego Bellas Artes.
He estado investigando el tema de las palomitas y hay un parque en Oslo, un Museo en Filadelfia y además es un tema que sale a veces en el grupo de cine en el que estoy ahora.
Veo que también hay gente que las detesta, como yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario