La verdad es que a los niños les gusta mucho disfrazarse. En los colegios lo usan mucho para llenar las horas y lo utilizan como una actividad priority.
Una vez, mi hija se había vestido de blancanieves y no le hizo ni pizca de gracia encontrarse en la guardería con otra niña que iba vestida igual, es como si vas a un evento y te encuentras a alguien vestido igual que tú, el mal rollo está asegurado!, y aún le gustó menos, que la pusieran al lado de la madrastra, con la cara lo dice todo.
Eso mismo o parecido, es lo que le pasa a la artista Pilvi Takala (nacida en 1981, Helsinki) es una artista de performance que presenta la cámara franca como arte. Takala ganó el Premio de Roma holandés en 2011 y el Premio Emdash en 2013. Sus obras se han exhibido en varias exposiciones en todo el mundo, más recientemente en Londres, Aarhus y Glasgow. Ella hace una performance en el que va a Disneylandia disfrazada de Blancanieves y los guardias de la entrada no la dejan entrar porque dicen que dentro está la “verdadera Blancanieves” y su presencia podría confundir a los niños. Si, por ejemplo, la vieran comiendo o yendo al baño, eso causaría una impresión equívoca en el público porque esas son cosas “que no haría la verdadera Blancanieves”.
Entonces se pone en la entrada de Disneyland y los guardias de seguridad le dicen que allí no puede estar.
Con la idea de crear situaciones anómalas y ajenas a las normas que rigen el orden social, económico o político, la artista Pilvi Takala (Helsinki, 1981) adopta diferentes personalidades, todas ingenuas pero llenas de malicia, en sus obras y performances. Con ellas crea confusión y desafía las convenciones sociales que damos por hecho. En una, se disfraza de Blancanieves en la puerta del parque de atracciones de Disneyland París en Real Snow White (Blancanieves Auténtica), siendo asaltada por un ejército de niños que le piden autógrafos y fotografiarse con ella, antes de que un vigilante de seguridad la desaloje de allí recriminándole que ella no es la Blancanieves auténtica y que puede confundir a la gente del parque. Todo sin dejar de firmar autógrafos y posar con los seguidores del personaje.
Otro artista: Stephan Kalinski, un berlinés de 38 años, ha decidido crear una nueva versión del popular cuento de los hermanos Grimm Blancanieves y adaptarlo a los tiempos modernos. En su versión, el príncipe y Blancanieves no se casan, no hay beso, la protagonista está empoderada y los siete enanitos son de varias etnias y ambos sexos.
El autor tuvo la idea cuando le contaba el cuento a su hija Lena, que ahora tiene 5 años. "Blancanieves trata sobre el bien, contra el mal, pero en esencia le estaba enseñando a mi hija que lo importante es ser guapa y que tu autoestima gira en torno a la belleza, a hacer las tareas del hogar y esperar a ser salvada. Eso me parece mal y no quiero que crezca creyendo que lo importante en su vida es su aspecto. Por eso empecé a cambiar palabras", explica Kalinski, que acabó reescribiendo el cuento.
Las diferencias con el cuento original son notables: a Blancanieves la crió un padre soltero hasta que se casó con la malvada reina. Ésta no envidia la belleza de Blancanieves, sino su valentía. En el cuento original, el leñador que iba a matar a la protagonista le perdona la vida, pero en esta versión, es Blancanieves quien escapa.
Una de las diferencias más notables es la concepción de los siete enanitos. En esta versión son de ambos sexos y de diferentes etnias: hay un latino, un japonés, un subsahariano, una musulmana de oriente medio, una china, una europea y un enanito de sexo ambiguo y de origen indio.
La manzana no está envenenada, sino que Blancanieves se atraganta con ella. Por lo tanto, el príncipe no la besa cuando la rescata, sino que le saca el trozo de fruta atrapado en su garganta.
Y el final del cuento no contempla ninguna boda: Blancanieves y el príncipe son solo amigos que deciden viajar por todo el mundo.
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