Mi hija iba a la escuela pública en el pueblo. Yo, no conducía mucho, ella era pequeña y decidimos llevarla allí. La maestra que tuvo era muy buena y estábamos muy contentos.
Cuando acabó el último curso, aunque ella no participaba, el festival de fin de curso me pareció un horror. Hicieron un pase de modelos de niñas super sexis y yo pensé: este modelo no lo quiero para mi hija.
Yo sabía de una escuela concertada en Sant Feliu y aunque nos costó mucho encontrar plaza, entró.
Al principio le costó adaptarse, los primeros días salía llorando porque añoraba a sus amigas.
Cuando llegó Sant Jordi en el colegio nuevo, los alumnos hacian un poema y hacían un acto y habían premios.
Mi hija hizo un poema que decía:
Las estrellas de mar miran al cielo para ver las estrellas.
Todos la família se aprendió de memoria aquel poema.
Ganó el primer premio en su clase, salió a la palestra a recogerlo y la fuimos a buscar y salió con una rosa y un diploma, de premio.
Salió supercontenta y aquello fue el empujón definitivo que le hizo ser alguien importante en la clase. Le dio mucha moral.
El desfile de fin de curso fue genial, había un chico: Ezequiel que lo organizó y estaba lleno de sorpresas y de creatividad.
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