Ya sé que últimamente, me quejo mucho, pero es lo que hay.
El otro día vi que en Netflix hay una serie sobre la marca Abercrombie & Fitch. Abercrombie & Fitch es una compañía de moda estadounidense. Con más de 300 sucursales en los Estados Unidos, la marca ha empezado su expansión internacional en varios comercios globales.
En la serie, hablan de que todos los productos están descaradamente sexualizados. Los vendedores los eligen oteadores en playas de surf y son auténticos modelos.
Los factores como la presentación visual, la música y los olores no están dejados al azar. La compañía también especifica meticulosamente los detalles de iluminación, distribución, pantallas, marketing y enseres que tienen que ponerse y utilizarse en cada tienda. En ellas, la compañía regula estrictamente el entorno en un esfuerzo por proporcionar una experiencia consistente y placentera para los clientes que se repite en cada tienda.
Cada tienda es rociada cada hora con colonia de hombre y ponen el mismo CD de música pre-producida que se manda a cada tienda. Cada mes, las tiendas reciben un nuevo CD y reciben la orden de descartar el antiguo. El volumen se regula por parte de la compañía y no se puede cambiar bajo ningún concepto.
De todas formas esto es ahora, pero la publicidad de antes tampoco tenía desperdicio. Era más tosca y más directa y no se andaban por las ramas. Algunos, directamente, dan vergüenza ajena.
A la mínima salían por cualquier sitio, unas tetas sin venir a cuento. También sin motivo, muchas veces, ellas van en bikini. El tema del ligue está asegurado. Todo para que el mensaje quede bien clarito.
Los publicistas no se rompían la cabeza: producto+cuerpo femenino.
Ese era el mensaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario