El otro día alguien colgó la foto: Hotel de Ville de Robert Doisneau y el comentario que había debajo era: Que foto más bonita. Yo le dije: no es real, son actores.
Ayer decidí investigar un poco más sobre esta foto y este autor.
Robert Doisneau, (Gentilly, cerca de París, 14 de abril de 1912-París, 1 de abril de 1994) fue un fotógrafo francés.
Tras la muerte de su madre, el pequeño Doisneau se enfrenta a la incomprensión de una madrastra que no lo aprecia, obligándolo a recluirse en la soledad; un periodo en el que desarrolla su agudo sentido de la observación y el amor por las cosas simples. Años más tarde, en 1925, se traslada a París donde trabaja en un taller de L' Ecole Estienne y aprende el oficio de grabador litográfico. A fines de 1929, consigue un puesto en un estudio de artes gráficas donde adquiere sus primeros conocimientos fotográficos.
Inicialmente trabajó como fotógrafo industrial y de publicidad en la factoría Renault de Billancourt, hasta ser despedido por sus repetidas ausencias. Según sus palabras, «desobedecer me parecía una función vital y no me privé de hacerlo». De los objetos inanimados pasó a las fotografías de gente en París y Gentilly.
En 1947, Cartier-Bresson le sugirió incorporarse a la célebre agencia Magnum, pero Doisneau prefirió continuar en la agencia Rapho. Trabajó con Robert Capa y con Cartier-Bresson, y sus fotografías aparecieron con frecuencia en la prensa comunista; en esos años de posguerra, realiza un ingente trabajo siempre identificado con las posiciones de izquierda. También colabora con publicaciones de moda femenina, como Vogue, aunque no por mucho tiempo. Empieza a convertirse en un fotógrafo de la ciudad de París, que vigila, amoroso, los movimientos de sus habitantes, que husmea, roba momentos irrepetibles, que documentan la ciudad y la vida de Francia.
En 1951, mientras Nueva York empezaba a quitarle la capitalidad cultural del mundo occidental a París, Doisneau exponía en el MoMA, junto a Brassaï (el húngaro Gyula Haláz), Izis (un fotógrafo lituano que, en realidad, se llamaba Israel Bidermanas), y Willy Ronis, otro fotógrafo parisino
Era cincuentón cuando Doisneau atravesó su etapa más oscura, de menor reconocimiento público; hasta que, al final de su vida, volvió a ver valorada su obra. Cuando contaba ya con ochenta años, una exposición en Oxford le llevó a recordar sus difíciles comienzos, cuando la fotografía que él pretendía hacer era un reducto de jóvenes que eran vistos por los demás con desconfianza, porque pretendían captar la vida popular en lugar de refugiarse en los círculos del diseño elitista y de la publicidad que ya empezaba a devorarlo todo. Siendo un anciano, pudo exponer sus fotografías en China y Japón.
La foto del Beso en el Ayuntamiento de Paris o Beso en el Hotel de Ville se convirtió en un icono reconocible a escala mundial.
La imagen más reproducida de la historia de la fotografía: "El beso del Hôtel de Ville" se puede contemplar en una copia de época en la sala de exposiciones de la Hospedería Fonseca y atesora una polémica historia que reveló Annette Doisneau, una de las hijas del autor.
¿Cuánto hay de espontaneidad en ese romántico beso junto al Ayuntamiento de París? En 1950, cuando Doisneau era un reputado fotógrafo que trabajaba para una agencia gráfica, la revista "Life" le hace un encargo con el tema "París y el amor". Eso sí, la publicación le advierte: nada de retratar a gente de la calle para evitar problemas judiciales. Cuenta Annette que su padre contrató para la fotografía de "El beso" a dos actores que, curiosamente, eran pareja, pero que no se llegaron a casar. Fue una imagen preparada aunque el amor que refleja sí era real. La instantánea se publicó en 1950 en la revista "Life" pero no tuvo excesivo protagonismo.
El negativo se quedó olvidado en un cajón hasta que en los años 80, integrantes de una editorial adquirieron la imagen y comenzó la vorágine, el éxito internacional y también los problemas.
Desvela Annette Doisneau que la mujer que protagoniza la fotografía ya se había casado y su marido intentó sacar tajada reclamando en los juzgados los derechos de imagen a Robert Doisneau por cada copia que se publicase de aquel beso. El chico de la fotografía no dudó en llamar a Doisneau para testificar a su favor. "Los últimos años de vida de mi padre fueron muy tristes por el juicio. Le persiguió la maldición con esa fotografía. Fue muy negativo para él", explica Annette que cuenta que su padre murió sin conocer la resolución. Un año después, la justicia le dio la razón al fotógrafo que por suerte había conservado la factura de lo que había pagado a los dos actores por aquel posado.
Otro día, en un pequeño café de la rue de Seine, donde Robert Doisneau solía reunirse con algunos amigos, distingue a una muchacha encantadora que está bebiendo un vaso de vino en la barra junto a un señor de cierta edad que la mira con una sonrisa a la vez divertida y golosa. Doisneau les pide permiso para fotografiarlos. Aceptan. La foto aparece en la revista Le Point, en un número dedicado a las tascas, ilustrado por las fotografías de Doisneau. Entrega esta foto, entre otras, a su agencia.
Cuando los periódicos necesitan imágenes para ilustrar un artículo, se dirigen a las agencias. Poco después, esa foto aparece en un modesto periódico, editado por la liga contra el alcoholismo para ilustrar un artículo sobre la acción malsana de las bebidas alcohólicas. El señor de la fotografía, que es profesor de dibujo, se disgusta: Me van a tomar por un borracho, se queja al fotógrafo que le manifiesta su pesar, diciéndole que no puede controlar el uso que se hace de sus fotos. Pero la situación empeora cuando la misma foto aparece en una revista de escándalos. El texto que ahora acompaña esa foto dice: Prostitución en los Champs-Elysées. Esta vez el profesor de dibujo reacciona furibundo e intenta un proceso contra la revista, la agencia y el fotógrafo. El tribunal condena a la revista a pagar una fuerte suma por fraude. También condena a la agencia que sin embargo no había entregado la foto. El fotógrafo sale absuelto. El tribunal se limita a considerarle un artista irresponsable.
La pareja de la foto del beso vendió la copia de su foto que le regaló Doisneau a un coleccionista suizo que pagó por ella 155.000 € en 1992. Más tarde, reconocería el propio autor: "No es una foto fea, pero se nota que es fruto de una puesta en escena, que se besan para mi cámara."
Del cartel de El beso se han vendido más de 500.000 ejemplares en todo el mundo.
Todavía se publica en Facebook y hay gente que cree que es real.
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