Ayer estuvimos debatiendo la película El Insulto, de 2017, del director Ziad Doueiri. La película va de que: Tras un intercambio emocional entre un cristiano libanés y un refugiado palestino que acaba intensificándose, los dos hombres comienzan un proceso judicial que acaparará la atención nacional.
Debatimos la película, pero también se hizo un juego, #EmilioPerez que es muy creativo, propuso que antes de empezar nuestro speech, dijéramos nuestro #insulto preferido.
Así, en frio, cuesta un poco, pero una vez te pones, tampoco es tan difícil. Aunque seamos personas templadas, siempre hay un momento en que pierdes los nervios y los demonios se te van por la boca. Yo, personalmente insulto bastante en el coche: "Ya tengo a ése capullo pegado al culo". Y también me gusta mucho añadir: puto o puta a cosas: "Deja ya el puto móvil". Se me pegó porque una amiga americana de cada 3 palabras una era fucking y era lo único que entendía.
En general, mucha gente dijo que no solía insultar, pero al final dijo alguno y la mayoría eran autóctonos, por lo que los demás no los conocíamos.
Como hay estudios de todo, también hay estudios sobre insultos.
En un estudio llamado: "El 'arte' de insultar", dice que: Insultar suele ser sinónimo de ofender. Pero no siempre. Se utiliza con esa intención, incluso hasta humillar, y es una práctica que en general provoca rechazo. Sin embargo, a veces no es fácil determinar si una frase o una palabra se deben entender o no como un insulto: ¡dependerá de las costumbres sociales y culturales donde se aplique! En función de la gravedad de la ofensa, el insulto responde a tres grados o categorías. El primero, la insolencia, que es cuando se pierde el respeto bien de palabra o de obra, también con el gesto o la mirada. Luego viene el improperio que es injuriar de palabra, sobre todo si se quiere echar en cara algo a alguien. Y finalmente el ultraje que es ofender a la dignidad o el honor, donde ya intervienen el maltrato o el desprecio.
También dice que, por lo general, los insultos que hacen referencia al poco ingenio o cortedad del de enfrente suelen ser los menos graves; son mucho más dañinos los que atacan al marido engañado o con connotaciones sexuales, racistas, de religión o culturales, pues... ¡Insultar sin llegar a la injuria no está al alcance de cualquiera!.
A continuación, y reflejamos algunos insultos, recogidos en el libro "Inventario general de insultos" de Pancracio Celdrán, el mayor compendio que se conoce, o en el más reciente «Eso lo será tu madre"," de María Irazusta.
Hijo de puta
El hideputa o hijoputa se pasea por los campos de nuestra literatura desde la alta edad media. Es uno de nuestros insultos clásicos con sus más de doscientas variantes. Su uso en castellano se remonta al siglo XI.
Gilipollas
Insulto en gran auge en los últimos tiempos. No por su origen (sobre el que existen ciertas discrepancias), sino por su popularidad. Algunas fuentes señalan su procedencia del término 'gili', vocablo proveniente del 'caló' muy utilizado hace siglos para llamar a alguien tonto o bobo. Sin embargo, Pancracio Celdrán cree que al estar formado por 'gili' (gitano) y 'pollas' (órgano sexual masculino) su significado es muy distinto. Si bien la mayoría apuntan a un personaje singular apellidado Gil Imón como centro de una historia cuando menos curiosa.
Cojones
Se trata de una de las palabras más utilizadas que hace referencia a los genitales masculinos. Como tal no se puede considerar un insulto, pero si cuando el contexto va 'adornado' con expresiones como 'tócame los cojones' o 'acojonado', dos de sus muchas acepciones que van desde agravios groseros a otras que arrancan la sonrisa.
Cabrón
La riqueza de la lengua castellana tiene un gran abanico de palabras ofensivas. Quien no ha soltado o recibido alguna vez un... ¡cabrón! Y no pensando precisamente en el macho de la cabra.
Os recomiendo este juego.
Ah, y también la película!.
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