El domingo por la noche en el TN de TV3, una niña intentaba meterse un peluche dálmata en el bolsillo antes de subir a un autobús. La imagen me impactó porque yo estuve recolectando dálmatas para hacer la obra 101 Dálmatas, durante dos años: https://viccampillo.blogspot.com/2021/10/101-dalmatas.html?spref=fb&m=1
El peluche que llevan muchos niños ucranios es lo único que les sigue recordando que hubo un tiempo en el que ellos también tuvieron una infancia. Una vida normal.
De todas las imágenes que deja la guerra, hay una que se queda clavada en la retina y se repite una y otra vez en el cerebro: la de los niños a los que sus padres suben a un tren con destino a la frontera. Son las víctimas más vulnerables del conflicto entre Ucrania y Rusia, que comenzó hace ya 20 días, y se han visto obligadas a separarse de sus familias o a renunciar a lo único que había ocupado su tiempo hasta entonces: disfrutar de la infancia.
Los niños, forzados a exiliarse junto a sus madres y a dejar su país, su casa, su colegio y su vida por un conflicto que no entienden.
Los niños se sienten incómodos cuando sus madres lloran. No saben cómo reaccionar, hacen una mueca que quiere ser una sonrisa de circunstancias. Viktoria es diferente: acaricia la mano de su madre cuando a esta se le humedecen los ojos. Llora porque su hija, de 10 años, acaba de explicar a los periodistas de EL PAÍS que lo que va a echar más de menos es a sus abuelos. Están sentadas en el banco de una parada de tranvía de Lviv, al oeste de Ucrania, a 800 kilómetros de su hogar. Su casa se encuentra en el frente de guerra, en una aldea de la provincia de Járkov. Llevan dos días de viaje y todavía les queda uno más hasta llegar a la frontera con Polonia. Allí las espera su padre, que trabaja en Varsovia.
De entre los más de un millón de refugiados ucranios que han huido de la guerra, decenas o hasta cientos de miles son niños que escapan de la mano de sus madres. Otros tantos se esconden en refugios diariamente o malviven en ciudades cercadas como Mariupol. Casos como el de Viktoria evidencian hasta qué punto la guerra se muestra con todo su horror ante los ojos espantados de un niño.
El frío es inusualmente severo el sábado en Lviv. Viktoria se cala justo por encima de los ojos, su gorra con el logo de TikTok. Vlad tiene 11 años y también procede de la provincia de Járkov. Le dio tiempo de meter en su mochila una camisa, un pantalón y la comida que su madre le encomendó cargar. El más importante de sus enseres es un muñeco azul, un monstruito redondo: se lo dio su padre cuando se despidieron en la estación de Járkov. “Lo perdí en el tren y lloré mucho”, recuerda Vlad, “pero al final lo encontramos”. Tanto él como Viktoria y su hermana Juliana están inusualmente tranquilos en la estación de Lviv, en el oeste de Ucrania. “Es que ya lloramos mucho ayer al partir el tren”, se justifica Juliana, “porque supimos que van a bombardear nuestra ciudad”.
La guerra en Ucrania supone una amenaza inmediata y cada vez más grave para las vidas y el bienestar de los 7,5 millones de niños y niñas del país. Las necesidades humanitarias se intensifican e incrementan cada hora.
Hay niños y niñas muertos, heridos, y profundamente traumatizados por la devastadora violencia que los rodea. Las familias buscan desesperadamente seguridad y protección.
Los últimos ocho años de conflicto en el este de Ucrania han infligido un daño profundo y duradero a los niños y niñas. Con la escalada del conflicto, ha aumentado la amenaza inmediata y muy real para los niños de Ucrania. Hogares, escuelas, orfanatos y hospitales han sido atacados. Más de 1.5 millones de niños habían huido de Ucrania hasta el 15 de marzo, mientras la guerra continuaba devastando al país. Los niños que huyen de la guerra de Ucrania corren un mayor riesgo de ser víctimas de la trata y la explotación. Entre tanto, la infraestructura civil, como las instalaciones de agua y saneamiento, se ha visto afectada, dejando a millones sin acceso a agua potable.
Mi madre me explicaba que a los 5 días de empezar el colegio, empezó la guerra aquí y que nunca más volvió a la escuela.
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