Qué fué del chico Martini? Aquel guaperas que encandilaba a una Charlize Teron desconocida y muy atractiva, por los bares de Montecarlo.
La desaparición del Chico Martini, ha sido una calculada ¿y errónea? estrategia de marketing?.
En 1993, el modelo americano Max Parrish se convertía en un ídolo de masas que poco a poco se fue transformando en un icono con identidad propia. Aquel apuesto joven de cabellera color carbón y labios tan pronunciados y carnosos como los de William Levy en Café con aroma de mujer sedujo a hombres y mujeres con un simple gesto, acariciarse el labio inferior con el pulgar. Había nacido un nuevo latín lover, el Chico Martini.
Pero ese gesto no fue ideado por el aperitivo italiano que basaba sus historias en privilegiados escenarios de la costa del país de la bota. Los publicistas de McCann Erickson se inspiraron en el personaje de Jean Paul Belmondo en Le gout de soeur que cada vez que besaba a una mujer se rozaba con el pulgar la boca para quitarse los restos de carmín.
Con un impoluto traje negro y parapetado tras unas gafas de sol del mismo color que escondían su mirada parda, Parrish alcanzó el cenit de su carrera y de la fama porque desde entonces poco o nada se ha sabido de él, salvo que ha intervenido en películas de poca monta que no han quedado respaldadas por la memoria. Sin quererlo, Parrish fue uno de los nombres más codiciados de la publicidad. Al igual que su compañera, una entonces desconocida modelo sudafricana llamada Charlize Theron que años después sería una de las grandes estrellas de Hollywood. Sí, aquella atractiva rubia a la que se le deshilachaba el vestido a medida que iba caminando hasta vérsele parte del derrière.
Desde el principio, su persona fue todo fue un misterio. Una estrategia de marketing perfectamente ejecutada. En la calle nadie sabía su nombre, desconocían el color de sus ojos, no tenían ni idea de cómo era su voz y, por su puesto, cualquier dato con respecto a su vida privada había desaparecido de la faz de la tierra. Había que perpetuar el glamour. Incluso en la visita que hizo a Palma de Mallorca conduciendo un Alfa Romeo rojo de los años 60 para presentar uno de los spots cumplió a rajatabla con su papel. El enigma continuó. Tampoco se desveló su auténtico yo cuando le invitaron al programa Sorpresa, sorpresa que presentaba Concha Velasco para que una adolescente que forraba sus carpetas con sus fotos se quedara boquiabierta y al borde del desmayo al conocerle.
Hoy, con casi 50 años, nada se sabe de Max Parrish. Ni tan siquiera si se ha casado o tiene hijos. Ha caído en el olvido. Como también ha ocurrido con sus películas, Espósame, excítame, bésame (1992) o The story of O: Untold Pleasures (2002) que al parecer es su último trabajo en la gran pantalla. De eso hace ya 20 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario