¿Le has puesto nombre a la roomba? Establecer vínculos con los robots tiene consecuencias.
Hablar con los asistentes de voz y reír de los trompazos de la aspiradora inteligente forma parte de nuestro día a día: ¿qué relaciones podemos llegar a tener con los robots y qué implican?
Las personas han otorgado atributos humanos a animales, objetos e incluso a ideas (como los dioses) durante cientos de años. Los robots son probablemente la entrada más reciente en esa lista. El hecho de que tengan características que nos resultan familiares hace que "vemos a las máquinas como entidades personificadas o animadas", explica la investigadora de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) Marta Díaz, especializada en la interacción entre personas y robots.
En el caso de las aspiradoras inteligentes, por ejemplo, pueden llegar a convertirse en un objeto de entretenimiento o casi un nuevo miembro de la familia. Se pasean por las habitaciones y obedecen órdenes. No es extraño que las personas las vean como una compañía o una especie de mascota, y que incluso les pongan nombres y hablen en las redes sociales.
Las aspiradoras no están vivas ni tienen ninguna forma similar a la humana. Pero tienen dos características que se acercan: prestan servicio a las personas que viven en la casa y sus movimientos se parecen mucho a los de un animal. Dos investigadores de la Universidad Carnegie Mellon (en Pittsburgh, Estados Unidos) comprobaron que tener una roomba puede hacer que una familia cambie la disposición del mobiliario de casa y los hábitos de limpieza. Y también observaron que los dueños desarrollan vínculos con su robot aspirador: le ponen nombre y le asignan rasgos de personalidad.
Según otro estudio publicado en 2020, el movimiento es determinante a la hora de conferir estos caracteres humanos al robot. Sus autores programaron tres máquinas para trasladarse siguiendo distintos patrones de aleatoriedad y velocidad para representar una conducta alegre, somnoliento o irritable. Los participantes en el experimento fueron capaces de identificar este supuesto estado de ánimo de la roomba según la forma en que se desplazaba.
Además, este tipo de aspiradoras son capaces de encontrar por sí mismas su punto de carga (para “alimentarse”) y orientarse y dirigirse de forma autónoma a su objetivo. "Tener necesidades y actuar para satisfacerlas se parece mucho a lo que hacemos los seres vivos".
Otra compañía tecnológica cada vez más habitual son los asistentes de voz como Alexa o Siri. El hecho de que puedan hablar hace que la interacción sea mucho más fácil y que podamos dirigirnos a ella como lo haríamos con otra persona.
Los robots sociales desdibujan las fronteras entre el mundo animado y el inanimado, entre lo inerte y lo vivo, entre lo artificial y lo biológico"
Un equipo de investigadores de la Universidad de Cornell analizó cientos de opiniones sobre Alexa para evaluar el grado en que los usuarios la personificaban. La mayoría se dirigían al altavoz inteligente como un objeto y lo utilizaban principalmente para darle órdenes, como poner música o buscar noticias. Pero algunas personas admitían que lo utilizaban con propósitos más sociales, como un amigo, un compañero de piso o alguien con quien iniciar una conversación. Aquellos que vivían en familia y estaban más satisfechos con los servicios prestados tendían a humanizarle más.
Podemos atribuir a los robots capacitados como “emociones, inteligencia, intenciones, empatía, comprensión e incluso amistad o cariño”. Pero ¿podrían realmente llegar a ser nuestros amigos o amantes, como ha sugerido el cine?
El filósofo de la tecnología John Danaher cree que podemos desarrollar algo muy parecido a la amistad con las máquinas “si nos parece que comparten nuestros valores e intereses, y que tienen algún tipo de vida interior, que son, más o menos, como nosotros”.
Los robots sociales ya están diseñados, en cierto modo, para confundirnos y “desdibujar las fronteras entre el mundo animado y el inanimado, entre lo inerte y lo vivo, lo artificial y lo biológico”, afirma Díaz. Buscan crear “un cierto vínculo emocional que apoye esta interacción”.
Entre los posibles efectos positivos de estas relaciones con los robots, los expertos subrayan el desarrollo de habilidades sociales y la mejora de la autoestima, lo que promueve la búsqueda de nuevas relaciones. Mientras se utilicen en un contexto de juego, el desafío intelectual o la diversión "son maravillosos y tienen un potencial enorme".
Pero los expertos advierten también de los riesgos de crear vínculos afectivos entre la tecnología y los humanos, y de sus consideraciones éticas. Los más críticos, como el filósofo de la ciencia Daniel Dennett, alertan de que los robots sociales son una forma de "publicidad engañosa" y que inspiran relaciones falsas.
Otras voces también avisan de que los robots pueden contribuir a la pérdida de contacto humano y de la capacidad y el deseo de socializar. Los niños, además, pueden identificar a los robots con roles que normalmente desempeñarían las personas, como el de un cuidador o canguro.