Hace dos años, mi vida dio un cambio de 360°.
El médico me dijo que por problemas de espalda debía hacer: Aquagym, ¿aquaqué?
A mí la gimnasia nunca me ha gustado lo más mínimo; era superanti. Pero tenía que hacerlo sí o sí, no quedaba otra.
El primer día llegué atemorizada y el monitor me dijo: "Tranquila, haz lo que puedas".
Mi rutina ha cambiado. Voy cada día a las 4 de la tarde. Ahora es mi máxima prioridad. (En este gimnasio que está a 2 minutos de mi casa, hay cada día 7 clases de aquagym diarias, de 25 personas cada una, y todas están llenas).
Ahora me encanta ir; la sensación de salud que experimentas y tu capacidad de movimiento y agilidad en el agua caliente es una sensación extremadamente agradable. Todo ello repasando a un volumen considerable los hits del momento.
Además, estoy en un grupo que se ha convertido en una nueva familia.
Con este grupo celebramos cumpleaños, comidas cada mes y medio, Halloweens, carnavales, Navidades, fin de curso y decenas de mensajes en WhatsApp, con lo que siempre estamos al corriente de las incidencias de todas.
Después de la clase, cada día vamos a tomar un café en un bar que hay en una plaza junto a la piscina. La merienda se alarga hasta las 7 h.
También se celebran cumpleaños de monitores y se les hace un regalo cash a todos en Navidad y vacaciones.
Después de dos años he entrado en la cuarta dimensión.














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