Hoy explicaré algo del verano, aunque ya se haya acabado. Aquí vamos como en la canción de Ricky Martín, "un pasito palante y otro patrás".
Estamos en Castellterçol.
Nosotros, cuando estábamos allí teníamos un ritual, íbamos a buscar las galletas a una tienda del pueblo, no era una pastelería, vendían un poco de todo.
Las galletas, no se compraban como ahora, en una caja que lleva distintas galletas. Aunque hay algunas marcas que son buenas, la mayoría no valen nada.
En Castellterçol, allí en aquella tienda, las galletas estaban en el mostrador, en unas cajas de vidrio que se abrían. En cada caja había un tipo de galleta diferente y tu ibas escogiendo las diferentes galletas.
Pongame de ésas de allí, de aquellas no, las de chocolate póngame algunas, de coco no que no nos gustan. Ibas escogiendo y aquello era un lujo, sentías que tenías un gran poder de decisión.
Los precios de cada galleta variaban, unas valían más y otras menos (no se como no se hacían un lío para cobrar). Además ahora no sería posible, porque es una operación muy lenta.
Cuando se acababan las galletas volvíamos a por más.
De lo que más me acuerdo era del olor que hacía aquella tienda y de la campanita que sonaba al entrar.🔔
(No era como el Mercadona que todo el rato se oye la música de las fucking balls!.)
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